El proyecto pionero con sello conquense que podría revolucionar el campo con inteligencia artificial
Noticia extraída del Digital de Cuenca: https://eldigitaldecuenca.com/2025/10/25/el-proyecto-pionero-con-sello-conquense-que-podria-revolucionar-el-campo-con-inteligencia-artificial/
Un sistema que detecta cuándo el huerto necesita agua y lo riega automáticamente. Un aula que enciende las luces solo cuando alguien entra. Un sistema que aprende del entorno y enseña a quienes lo diseñan. No es ciencia ficción, sino una experiencia educativa real nacida en un rincón de la provincia de Cuenca, donde un grupo de alumnos y profesores están redefiniendo con ayuda de la Inteligencia Artificial el futuro de la agricultura en la comarca y por qué no, que puede deslumbrar a España.
En el IES Cañada de la Encina de Iniesta se está gestando un proyecto educativo que combina tecnología, sostenibilidad y aprendizaje práctico de una forma que, hasta ahora, no se había visto en la región. Se trata de “Autonomía y Sostenibilidad apoyada por Inteligencia Artificial: Huerto y Aulas Inteligentes”, una iniciativa coordinada por el profesor Francisco Javier Navarro, jefe del Departamento de Informática y coordinador del proyecto de innovación de Formación Profesional (FP).
El proyecto, concedido por la Viceconsejería de Educación, Cultura y Deportes el pasado verano, forma parte de los proyectos de innovación de FP de la región. Su objetivo es que el alumnado de los ciclos formativos de Informática adquiera nuevas competencias en inteligencia artificial, conectividad y automatización, aplicadas a un entorno real: el huerto escolar que mantienen los alumnos de Educación Especial.
“Es un proyecto de innovación para nuestros alumnos de Formación Profesional para que aprendan nuevas capacidades y características que quizás en los grados medios que impartimos se queda corto”, señala Navarro en una entrevista con El Digital de Cuenca.
Un huerto que aprende del entorno
La idea surgió al vincular la tecnología con un elemento ya existente en el centro: el huerto escolar, que mantienen los alumnos de Educación Especial dentro del programa Transición a la Vida Adulta.
“Hemos querido aprovechar el potencial de este proyecto en el centro” pensando que “qué mejor que hacerlo en un espacio que ya existe como el huerto escolar”, comenta el docente.
El objetivo es que este huerto se convierta en un huerto inteligente y sostenible, gracias a sensores capaces de medir la humedad, la temperatura y la conductividad del suelo. “No tiene sentido regar todos los días a la misma hora si la tierra ya tiene suficiente humedad”, señala Navarro quien espera que con los sensores puedan saber exactamente cuándo necesitan agua las plantas, mediante un sistema automatizado.

La tecnología LoRa, que permite conectividad inalámbrica a larga distancia, hará posible transmitir los datos recogidos hasta un equipo informático dentro del instituto. Desde allí, un programa diseñado por los propios alumnos controlará las electroválvulas que abren o cierran el paso del agua en función de las necesidades del terreno.
Todo ello entiende que repercutirá al agricultor, además de un ahorro en sus recursos, mayor tiempo disponible para emplearlo en otras tareas de labranza: “No es lo mismo regar a una hora concreta sin saber si le va a hacer falta a la tierra o no, que regar sólo si la planta está demandando agua”, explica el docente.
Un invernadero y aulas más sostenibles
El proyecto es ambicioso y va más allá. No solo busca mejorar el huerto, sino ampliarlo con un invernadero inteligente. “Nuestros alumnos de Educación Especial siempre habían pedido un invernadero donde poder cultivar sus propias plantas y productos. Lo queremos hacer e irá acompañado con sensores que regularán la temperatura o abrirán las trampillas automáticamente si hace demasiado calor”, explica Navarro.
La otra gran línea del proyecto es la domotización de las aulas, que permitirá ahorrar electricidad y calefacción. “Gracias a sensores de movimiento y temperatura, si las luces están encendidas y no hay nadie, se apagarán. O si alguien entra, se encenderán automáticamente. Incluso podremos controlar radiadores y ventanas para evitar fugas de calor”, detalla.
En este sentido, también replicarán esta última propuesta en algunas aulas del CEIP María Jover de Iniesta como centro colaborador dentro del proyecto. Se prevé intervenir en unas tres aulas y algún baño.
El sistema funcionará mediante conectividad WiFi y protocolos domóticos como ZigBee, sin necesidad de conexión a internet externa.
Para llevar a cabo la automatización, el equipo instalará seis o siete concentradores inalámbricos, encargados de recibir la información de los distintos sensores distribuidos por el centro.
En las aulas se colocarán seis sensores de movimiento que activarán o apagarán las luces de forma automática mediante interruptores inteligentes, unos veinte en total, capaces incluso de responder a comandos de voz a través de dispositivos como Alexa. “Podremos decir simplemente ‘enciende la luz del aula’ o ‘apágala’, y el sistema lo hará”, explica Navarro.
Además, se incorporarán alrededor de una docena de sensores de puertas y ventanas abiertas o cerradas, que permitirán optimizar la climatización y evitar fugas de energía.
En el huerto, el sistema contará con tres sensores enterrados para medir temperatura, humedad y conductividad del suelo, una variable que, según detalla el profesor, “es fundamental para conocer si la tierra tiene exceso de calcio o si es apta para determinados cultivos”. Todo ello se completará con cuatro electroválvulas que regularán el paso del agua en las mangueras de riego, garantizando un uso más eficiente y sostenible de los recursos.
Asimismo contará con un controlador de riego que será quien dará órdenes a las electroválvulas para abrir el paso o no. Además, el proyecto contempla la instalación de una estación meteorológica en el tejado del centro para registrar variables como presión, lluvia o temperatura, que también influirán en el riego automatizado. En el invernadero prevén implementar un sensor de temperatura ambiental.
Colaboración y aprendizaje en red
Aunque el proyecto está coordinado por el IES Cañada de la Encina, cuenta con una sólida red de colaboradores: el CEIP María Jover de Iniesta, el IESO Río Cabriel de Villamalea de Albacete, el departamento de la Facultad de Farmacia de la Universidad de Castilla-La Mancha de Albacete y la Escuela Superior de Ingenieros Informáticos de Albacete, además de empresas como AgroDevices (Valladolid), Agróptimun (Villanueva de Jara) y la entidad FIVE CLM.
“El IESO Río Cabriel analizará los parámetros del suelo y del agua; la Facultad de Farmacia comprobará su composición y la Escuela de Ingeniería nos prestará asesoramiento. Además, Agrodevices nos proporciona los sensores y nos ayudará con la programación”, resume Navarro.

En total, más de 70 estudiantes de FP están involucrados. Los de Grado Medio se encargan de la instalación de redes, sensores y cableado, mientras que los de Grado Superior desarrollan la aplicación informática que recogerá e interpretará los datos.
“Ellos son el alma del proyecto, los que le van a dar la utilidad a todos los sensores”, añade con orgullo el coordinador.
También tiene un enfoque con perspectiva de igualdad de género y la participación de femenina dentro del proyecto.

Tecnología con impacto humano
Pero más allá de la tecnología, hay una clara intención social. “Queremos que este proyecto tenga un impacto directo en la comarca”, explica Navarro. “Vamos a invitar a asociaciones locales como COCEMFE, vinculadas al Alzheimer o a la discapacidad, para que conozcan el huerto y participen en las actividades”.
El profesor también subraya que el modelo podría ser replicable por agricultores o empresas locales. “Vivimos en una zona eminentemente agrícola. Un sistema así permitiría a cualquier agricultor ahorrar agua y tiempo. Podrán ver en su móvil, en tiempo real, el estado de su finca y automatizar el riego solo cuando la tierra lo necesite pudiendo dedicar el tiempo restante a otras tareas”, sostiene.
De hecho, los cálculos iniciales del equipo apuntan a un ahorro del 15% al 20% en agua y electricidad, en el caso de las aulas, además de una automatización del 90% de las tareas en el huerto. “Queremos comprobar con datos hasta qué punto podemos llegar”, añade Navarro.
Un proyecto pionero y una huella educativa
Aunque existen otros proyectos escolares de huertos, pocos integran de forma tan completa la inteligencia artificial y la domótica por lo que se podría decir que es pionero en la zona.
El proyecto comenzó oficialmente en septiembre de 2025 y deberá estar ejecutado antes del 31 de diciembre de 2025. En estos meses se están recibiendo peticiones de empresas que puedan realizar estos trabajos y ya han realizado las primeras tomas de muestras del suelo dando paso a la ejecución de los análisis de los terrenos. “A finales de octubre empezaríamos a recibir componentes para empezar a colocarlos durante primera semana de noviembre y que los alumnos empiecen a hacer la programación y la instalación de redes”, adelanta el profesor.
Para él, liderar esta iniciativa supone un reto y una gran satisfacción:
“Me enfrento a algo totalmente nuevo. Principalmente me está aportando satisfacción de ver que dejamos una huella en el centro con un huerto y un invernadero que perdurará en el tiempo beneficiando al centro”.
Y aunque los estudiantes todavía no han visto los resultados tangibles, Navarro confía en su entusiasmo:
“De momento lo ven como algo intangible, pero cuando empiecen a ver los sensores y el sistema funcionando, va a ser un chute de energía”.
El futuro de la educación pasa por proyectos como este, donde la tecnología no se estudia, se vive. En el IES Cañada de la Encina, los huertos ya no solo crecen con agua y sol, sino también con datos, inteligencia y vocación educativa.


